lunes, 29 de junio de 2009

FORTALEZAS Y DEBILIDADES EN MEDIO DE LA SELVA

72 estudiantes de las carreras de Multimedia y televisión y periodismo de la Universidad de las Américas viajaron a Shell Mera el pasado 17 de junio. ¿El objetivo? La oportunidad de participar en un curso de supervivencia en la base Militar de los Iwias. Al principio nadie sabía lo que les esperaba, un largo itinerario pero que difícilmente reflejaba la dura realidad que les esperaba a los estudiantes.

Primero, ¿Quiénes son los Iwias? El teniente Chiluisa explicó a un grupo de estudiantes que se trataba de la comunidad Iwia, “aquí se prepararon todos los héroes del Cenepa”, dijo. Después señaló a un grupo de militares y continuó “el único requisito es que dominen una lengua ‘nativa’. Ellos están un año preparándose para ser soldados de guerra”.

La relevancia para el país de esta Base Militar se reflejaba en el duro trato que tenían los militares dentro de ella. Los alumnos y profesores no estuvieron exentos de esto. Marchar al son del “Izquier, dos, tres, cuatro, izquier, dos, tres, cuatro, etc” para desayunar, almorzar, cenar, correr, caminar se volvió una costumbre los tres días que duró el curso.

Desde un inicio el teniente Benalcazar explicó al grupo que estará al mando de ellos y que espera que sea provechoso para todos. De pronto algunas caras de pánico empezaron a mostrarse. Nuevamente el teniente Benalcazar se dirigió al grupo y dijo “tenemos previsto para hoy que se lancen desde una peña”. Desde ese momento los estudiantes se dieron cuenta que este curso traería desafíos para todos.

La noche llegó y con ella una lluvia incesante. Las órdenes era extender un sleeping en una choza de madera que apenas protegía a los estudiantes de la lluvia. Fue una larga noche con un sueño muy corto que terminó a las 4 am con gritos de los tenientes “es hora de levantarse”. Así comenzó el desfile hacia las duchas de los baños.

Ese día se tenía previsto ingresar en la selva con los implementos necesarios (una mochila con “apenas” 30 libras, poncho de aguas, botas y demás) para aprender a hacer trampas, orientación en la selva, caza de animales y pernoctar en medio de la nada. Así comenzó el día, en medio de caídas y una lluvia que daba la bienvenida según el teniente Mayorga “siempre que tenemos visitantes llueve”, comentó.

El día transcurrió y si no fuera por los mágicos beneficios que brindan las plantas de la selva (hojas de coca, puntas de ishpinga) que enseñó el cabo segundo Edwin Aguinda, quien además era shaman, el día hubiera sido interminable.

Las siguientes órdenes era aprender a armar el famoso “hamaca toldo” en medio de los árboles. “Allí tendrán que pasar la noche”, explicó Benalcazar.

Apenas 14 estudiantes aguantaron el frío y la lluvia en aquellas hamacas. Nuevamente las 4 am avisaba que era hora del retorno.

La sensación que tenían los estudiantes era de haber pasado rápidamente tres días en la selva pero paradójicamente cada día transcurría con tal lentitud que no se podía creer.

A pesar de no haber recibido el diploma cada uno recibió enseñanzas y aprendizaje. Pusieron a prueba sus fortalezas y debilidades.

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