domingo, 17 de mayo de 2009

Una memoria, un testimonio, un trabajo…



Pocas personas tuvieron la suerte de tener a Alfredo Pareja Diezcanseco como su mecenas, su guía, su tutor. Desde muy joven puso una meta en su cabeza y no dejó que las dificultades de la época truncaran sus deseos. Ahora es muy normal que las mujeres estudien pero antes solo los hombres tenían ese “derecho” y las mujeres debían aprender a cuidar la casa y la familia. “Papá quiero estudiar historia”, le dijo. Y la respuesta la condujo a tener que trabajar desde muy joven para poder pagar sus estudios.


Su sueño era conocer a profundidad la historia, la historia que con el paso de los años cambió radicalmente en muchas ocasiones el rumbo de los pueblos y en otros casos dejó huellas imborrables. La historia es algo eterno, algo que es imprescindible para que los pueblos se auto reconozcan y convivan con los demás. Apenas estaba en segundo año de universidad y comenzó a trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue una de las fundadoras del archivo histórico del Ecuador. Su trabajó duró un par de años, fue un largo aprendizaje, una aventura recorrida junto a su compañera Soledad Castro y a Pareja Diezcanseco. “María”, como la llaman la mayoría de las personas, cuenta en uno de los artículos del libro "Alfredo Pareja Diezcanseco: historia y fábula”, escrito para el congreso realizado en octubre del año pasado con el mismo nombre, que tuvo como tutor a alguien muy exigente pero que le enseño mucho y que hasta en una ocasión le recordó a su papá.

A partir de ese momento la pasión por su trabajó se intensificó, trabajó muy duro para demostrar a los demás y a si misma que lo había logrado y que su trabajo era reconocido.
La transfirieron a Paris, allí permaneció cuatro años, conoció a su esposo y tuvo a su primer hijo, Juan Andrés. A su regreso continuó su trabajo en el archivo histórico de la cancillería. Escribió algunos libros sobre sus estudios realizados acerca de los impactos que tuvieron algunos hechos en el país, como el sistema de encomiendas, la actividad misional, la incursión portuguesa en la zona del Marañon, etc. escribió junto a Enrique Ayala Mora y otros colaboradores la “Nueva historia del Ecuador”. Esta vez una historia contada por las nuevas voces de los protagonistas y no de voces lejanas, foráneas.

Después de algunos años tuvo a su segundo hijo, Luis Xavier. Su carrera le exigía y le exige aún mucho tiempo. Varias veces tuvo que escoger entre el trabajo y su familia.

Viajó a Corea como representante del Comité Regional de América Latina y el Caribe (CRALC) en el 2003. Fue profesora de la Universidad Andina Simón Bolívar.

En el 2006 fue nuevamente transferida a Barcelona, España. Viajó con toda su familia y permanece allí hasta la fecha. Es cónsul de asuntos culturales en esa ciudad. “Este trabajo realmente me desgasta, las realidades que tienen que vivir los migrantes en el exterior es impactante”, comenta mientras enciende un cigarrillo. Un vicio que no ha podido dejar a pesar que le detectaron unos nódulos en las cuerdas vocales, se defiende diciendo lo que generalmente todos los fumadores dicen “esto me relaja, algún día lo voy a dejar”.

Fue entrevistada en el “Canallatino”, la televisión de la comunidad andina en España. Allí explicó que el fenómeno de la migración afecta tanto a las sociedades que reciben a los migrantes como las sociedades que los despide. Este fenómeno social, como lo explica, provoca muchas diferencias etno culturales y raciales pero eso no justifica de ninguna manera la agresión, la violencia y la xenofobia, al referirse a la joven ecuatoriana que fue agredida en el metro de Madrid.

Ese es uno de sus principales retos en su trabajo, a diario recibe centenares de denuncias contra la violencia y el racismo. Tantos años de estudios acerca de las consecuencias de hechos que quedaron en el pasado pero que repercuten en la actitud que tienen las sociedades hoy en día, y hoy es parte de uno de ellos. Puede oler, saborear, ver, oír, palpar la realidad de las personas que salen obligadamente de sus países, de su cultura, de su vida para adentrarse a sociedades extrañas, que muchas veces no entienden el por qué.


Para este año tiene planeado su regreso, a pesar de que las condiciones son diferentes, ella y su familia sufren los impactos de la migración (rechazos, nostalgia, confusión, tristeza). Su esposo tuvo que regresar a Ecuador. Y allí está luchando por sus hijos en un país ajeno. Su trabajo no termina, muchas personas le agradecen por no dejar que la callen y por transmitir esas ganas de conseguir lo que uno se propone.




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